Para captar su atención nos inventamos un divertido fotomontaje en el que Gonzalo podía verse junto con sus amigos, Roger y Carla, sobre la corteza terrestre. Desde allí, con sus poderes de super-visión, podían divisar un volcán en erupción y por eso ponían cara de sorpresa o de susto.
Les explicamos que la tierra era como un huevo. En el centro está la yema, el núcleo sólido, que significa duro como una piedra. Rodeando a la yema tenemos la clara, el núcleo externo, que es un líquido de hierro y níquel que se llama magma y que alcanza temperaturas de entre 4400ºC y 6000 ºC, o sea que aunque sea líquido eso no significa que pueda haber peces porque quedarían churrascados y reducidos a cenizas al instante. Que habría una capa más aún que en el huevo y que se llama manto, formado por placas de piedras. Y que sobre el manto se encontraba la corteza, como la cáscara del huevo, sobre la que estaban los mares, las montañas, nuestra casa, la escuela y... los volcanes.
Entonces en un intento de que comprendieran por qué se producían las erupciones volcánicas les dijimos que cuando aumentaba la presión pasaba igual que si apretábamos un brick de zumo con una pajita clavada y acertaron: que al apretar se salía el zumo. Pues que aquí sucedía lo mismo, "al apretar" ese líquido que quemaba tanto (el magma) subía y subía por una brecha del manto y salía en forma de lava hacia el exterior de la tierra. Que entonces se veía una explosión (erupción) de líquido rojo y espeso como el chocolate (la lava), que quemaba mucho y que cuando se enfriaba se convertía en piedra, formando poco a poco la falda de los volcanes.
Luego para divertirnos simulamos la explosión de un volcán siguiendo las pautas que podéis encontrar en muchísimas páginas web sobre experimentos caseros para niños y que aquí os resumimos:
- Un volcán. La verdad es que ya teníamos un volcán hecho con barro negro pintado y barnizado (para que no se deshiciera con el líquido), o sea que no os podemos mostrar el paso a paso de su preparación, pero básicamente hacer una forma cónica y con un dedo crear un orificio profundo, decorarlo y barnizarlo tanto por arriba, como por abajo y por dentro.
- Vinagre.
- Bicarbonato sódico, que podéis comprar en el supermercado.
- Un recipiente en el que recoger "la explosión".
- Colorante alimentario, para hacer la espuma más divertida, también adquirible en el supermercado.
- Y unos cuantos "dinos" para ambientar la catástrofe...
Les dijimos que los volcanes podían estar despiertos o activos contínuamente; que también existían volcanes dormidos, como nosotros por las noches o al hacer la siesta, y que entonces esos volcanes podían despertar algún día; o que podían estar muertos o inactivos, que no habían erosionado o que difícilmente lo harían. Les plantamos el volcán delante con un poco de bicarbonato sódico y colorante alimentario en su interior y les dimos, por turnos, la botella de vinagre, para que echaran un chorro en su interior y la reacción se produjera y tacháaaaaaaaannnn. Os advierto que no se salvó ni un dinosaurio!
El vinagre es un ácido que al combinarse con el bicarbonato da como resultado que se libera el dióxido de carbono (gas CO2) y se produce un agua y una sal (el acetato de sodio). Ese gas es el responsable de que se formen las burbujas que simulan la erupción volcánica. Lo interesante aquí es que los niñ@s perciban el concepto "acción-reacción", entendiendo que son ellos los que causan la espumadera cada vez que tiran vinagre, y que tiene que ser vinagre, porque si tiraran agua el bicarbonato no haría esa espuma (podéis intentarlo al final con agua para que vean con sus propios ojos la no-reacción).
CONSEJO DE PETRA: No te autolimites por el hecho de que tus hijos sean pequeños o tengan un trastorno, como en el caso de Gonzalo. Adapta las explicaciones haciendo paralelismos con los objetos cotidianos que tienen a su alcance y que sí conocen, les será más fácil hacerse una idea.
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