Os proponemos una divertida idea para darle una salida a los envases de yogures: convertirlos en un juego para trabajar la audición! Los hemos rellenado, por duplicado, con garbanzos, arroz, lentejas, sal y cascabeles. En la parte superior de la tapa hemos colocado un plástico transparente que hemos enganchado con cinta adhesiva. Y en la parte inferior hemos marcado cada envase con rotulador con un número. El juego consiste en colocarlos boca abajo, mezclarlos y, SIN MIRAR NI HACER TRAMPAS, sacudirlos para identificar las características de cada sonido y así poder emparejarlos.
Durante el juego es aconsejable hacer consciente al niñ@ de los matices de cada uno de los sonidos, por ejemplo: en los garbanzos el sonido es más grave y fuerte, recuerda a piedrecitas chocando; en cambio, en el caso de la sal es un sonido suave, como el de la arena que se les cuela del patio del colegio en los zapatos,...
Veréis que ni los adultos se resisten a la tentación de jugar y poner a prueba su agudeza auditiva. Una vez tengan agrupadas las parejas debemos pedirles que digan qué número va con qué número, así practicamos también las matemáticas. Luego, haciendo un poco de espectáculo y con un ficticio redoble de tambores, les damos la vuelta a los envases y ahí lo tenemos. ¿Habrán acertado?
El oído es uno de los sentidos "estrella", quizás el más utilizado en nuestra vida cotidiana, siempre en funcionamiento. Gracias a él recibimos las vibraciones, las ondas sonoras, del medio ambiente y las dotamos de significado en nuestro cerebro. Nos protege, advirtiéndonos de la proximidad de las cosas que nos rodean, nos ayuda a ubicar la procedencia de los sonidos, nos da percepción espacial y nos permite expresarnos e intercomunicarnos. Los niñ@s aprenden a hablar por imitación de los sonidos que les rodean, por eso un entrenamiento auditivo con apreciación y discriminación de las diversas cualidades sonoras como grave/agudo, corto/largo, flojo/fuerte, puede ser de gran utilidad para facilitar el aprendizaje y para detectar problemas auditivos.
A nadie se le escapa que un niñ@ con un problema de audición, aunque sea leve, tendrá dificultades en la discriminación auditiva, es decir, en la capacidad de distinguir o diferenciar los sonidos, lo que puede ser una de las causas de la confusión u omisión de fonemas (dislalia). También puede tener problemas de conciencia auditiva, que es la capacidad de ser consciente de que existe un sonido; en la percepción figura-fondo, que es la capacidad de dirigir la atención a un sonido, mientras el resto del medio ruidoso se sitúa como fondo; en la ubicación de la fuente sonora; o en la memoria auditiva. Todo ello afecta a los procesos cognitivos mediante los que el niñ@ procesa la percepción auditiva, la analiza, la transforma, la almacena como un conocimiento y lo reutiliza cuando lo necesita. Un problema de audición genera un consiguiente problema en la adquisición del lenguaje, en la capacidad de comprensión, en la lecto-escritura, en la socialización, etc. Un niño que no es capaz de oír e interpretar toda la información o las indicaciones que recibe de sus padres o maestros puede parecer un niño distraído o con problemas emocionales o de conducta, dando la apariencia de que el niñ@ "no hace caso".
CONSEJO DE PETRA: Fíate de tu instinto. Si tiene seis meses y no se sobresalta con los ruidos fuertes, ni gira la cabeza para buscar su localización o tampoco reacciona ante una voz familiar, o si tiene un añito y aún no reacciona ante sonidos familiares, ni le gusta emitir ruido golpeando los objetos al jugar, o si es mayor de un año pero crees que tu hij@ se despista con demasiada facilidad, si necesita que le repitan las cosas muchas veces, si grita cuando habla, si tiene retraso en el proceso de lecto-escritura, si confunde sonidos en el habla o le cuesta recordar la información hablada,... consúltalo con tu pediatra y realiza las revisiones correspondientes.